Carles
Álvarez Garriga señala que las lecciones de literatura, dictadas por escritores
consagrados, son casi un género aparte. La referencia exacta calza para Clases de Literatura, por Julio Cortázar,
libro en el que realiza el prólogo y esta afirmación. Desde mi criterio, no
alejado al de Carles, las autobiografías, las correspondencias, las columnas
aleatorias, los ensayos, constituyen lecciones de vida, de cultura, opiniones que construyen un juicio y aprendizaje constante desde la experiencia ajena, de quienes se admira. Medio
Siglo con Borges, el libro de Mario Vargas Llosa que nos involucra el día
de hoy, no es la excepción.
Tratándose
de un texto conmemorativo, un regalo, una dedicatoria no disimulada, a primera
impresión uno puede avizorar una catarata de halagos constantes y permanentes, ¿Cómo
podría ser diferente? si Vargas Llosa ha decidido hablar de un genio. Para él,
Borges es lo más importante que le ocurrió a la literatura en lengua española
moderna y uno de los artistas contemporáneos más memorables. Vargas Llosa reúne
tres entrevistas que le hizo al escritor argentino y una serie de ensayos
breves dedicados a su obra y vida, todos publicados entre el sesenta y cuatro y
el dos mil catorce (de ahí el título del libro), detalle no menor advertido por
Javier Agreda, a quien felicité por su impecable reseña.
Para
nuestro Nobel de Literatura, Borges es una fuente inagotable de placer
intelectual, alguien que nunca decepcionó en sus libros, alguien con una enorme
influencia en quienes escriben en español, alguien que, en palabras de Vargas
Llosa, cuenta con una prosa que se paladea, palabra a palabra, como un manjar, haciendo
de nuestro idioma, una lengua inteligente. Cada uno de sus cuentos son una joya
artística, nunca sobra ni un dato, ni una palabra, siempre rozando a cada paso ese
inquietante misterio que es la perfección.
En
las entrevistas que Vargas Llosa realizó a Borges, siempre llego a sacarle
declaraciones memorables. “Muchas
cosas he leído y pocas he vivido”, afirmación que durante años Borges
sostuvo y creyó oportuno retractarse diciendo “Escribí eso cuando tenía treinta años y no me daba cuenta de que
leer es una forma de vivir también”. Su lectura y relectura de Bouvard
y Pécuchet, que acredita su eterna admiración por Flaubert. Admirador de
aventureros, un pacifista nato, convencido que toda guerra es un crimen. Su
amistad con Alberto Hidalgo, excelente poeta peruano que le reveló la
existencia de José María Eguren, alguien de quien, según Borges, sabia muchas
de sus composiciones de memoria. Su desprecio a la política, pues le producía tedio,
algo que tiempo después se convirtió en fastidio. Un agnóstico confeso capaz de
llevar una biblia a una isla desierta, por ser una biblioteca.
Dentro
de todas las afirmaciones importantes me permito hacer hincapié en la humildad
de Borges. Cuenta Vargas Llosa que cuando lo entrevistó en su casa, observó algunas cosas
imposibles de eludir en esta reseña. Borges no guardaba los libros de su autoría “¿Quién soy yo para codearme con Schopenhauer?” le dijo. Vargas Llosa, no pudo disimular el asombro a
la austeridad en la que vivía el genio argentino. “Su dormitorio parece la
celda de un trapense”, le dijo. Con inteligencia y sencillez, Borges le diría “El
lujo me parece una vulgaridad”; asimismo, cuando Vargas Llosa le
precisó que los países de hoy en día viven en función al dinero, Borges le
contestó: “Natural que sea así, sobre
todo si hay esta pobreza. En qué otra cosa puede pensar un mendigo sino en el
dinero o en comida. Si usted es muy pobre tiene que pensar en dinero o en
comida. Una persona rica puede pensar en otra cosa, pero un pobre, no. De igual
modo que un enfermo sólo puede pensar en la salud. Uno piensa en lo que le
falta, no en lo que tiene. Cuando yo tenía vista no pensaba que eso fuera un
privilegio, en cambio daría cualquier cosa por recobrar mi vista y no saldría
de esta casa”.
Vargas
Llosa también hace referencia al encuentro entre Borges y Juan Carlos Onetti,
escritor uruguayo. Cuenta que esto fue posible gracias a Rodríguez Monegal en una
cervecería de Buenos Aires. El uruguayo, con arrogancia provocó a Borges diciendo,
¿qué ven ustedes en Henry James?, uno de los autores favoritos de Borges,
una afirmación desafiante que improbablemente haya forjado rencor en Borges;
sin embargo, muchos estudiosos intentan justificar la elección de Borges entre Onetti
y Octavio Paz para en premio Cervantes del ochenta y uno, donde el argentino eligió
al mexicano.
Borges
siempre mostró un desinterés de la política, sin ser apolítico. En uno de sus últimos
artículos, Vargas Llosa menciona esa actitud de Borges, quien oportunamente apoyó
dos dictaduras en su país. Vargas llosa no soslaya aquella postura reprochable, tampoco
fue soslayado en este blog, de hecho, aquí se ha realizado una publicación al
respecto. La explicación básica de su posición, son las circunstancias, una justificación
válida, que no reemplaza todo el talento desenvuelto a lo largo de su carrera
como escritor, lo que nos lleva a la vieja discusión de separar el arte del
artista. Si hay algo que decir al respecto, es que la opinión política, eso
solo eso, una opinión.
Medio Siglo con Borges, cumple con el propósito de Vargas Llosa; tener un compendio de lo que piensa y opina del genio argentino, así como inmortalizar sus conversaciones y lo que piensa Borges, el genio argentino, dicho esto en tiempo presente, pues mientras alguien se interese en la literatura latinoamericana, escudriñando libros, noches enteras, buscando un estilo único y sorprendente, tendrá que pasar por sus textos, por eso siempre estará entre nosotros.
FICHA TÉCNICA:
Editorial:
Alfaguara
Edición:
2020
Páginas: 108
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