Contaré
a continuación, el fuego cruzado de los argumentos literarios que data a fines
de los años sesenta, en el cual estuvo involucrado un compatriota, reconocido como uno de los grandes representantes de la narrativa indigenista
en el Perú; me refiero a José María Arguedas, autor de “Los ríos profundos” y “Todas
las sangres”, obra que alude a la variedad racial, regional y cultural de nuestro
país. Su adversario en argumentos, Julio Cortázar, un pacifista que creía que uno
de los caminos positivos para la humanidad era el mestizaje, un solitario
cuentista con temprana vocación literaria, un escritor innovador en la forma de
hacer literatura en el mundo hispano.
Era
en año de 1967 cuando a Cortázar fue convocado como colaborador para la revista
cubana “Casa de las Américas”. En uno
de sus tantos artículos publicó uno donde se refirió al telurismo, aquella
influencia de la tierra u orígenes en las personas que lo habitan. Cortázar hizo
hincapié contra “El telurismo de la literatura latinoamericana”, al que –por sus
propias palabras- encontraba ajeno por estrecho, parroquial y aldeano. Señaló también
que más profunda y sustancialmente entienden e interpretan a Latinoamérica los
escritores que viven fuera de ella, especialmente en Europa.
Como
era de esperarse, Arguedas, reconocido –hasta el día de hoy- por su narrativa
indigenista en el Perú –junto a Ciro Alegría y Manuel Scorza- se sintió
afectado y pronunció su posición a través de un artículo desde el diario Amaru
de Perú. Allí reivindicó su posición de provinciano y criticó el cosmopolitismo
de Cortázar.
En
una entrevista para la revista Life, el 07 de abril de 1969, Cortázar habló de Arguedas
con cierta superioridad, sacando a la palestra sus complejos regionales. Esto
fue todo lo dicho por Cortázar en esa entrevista:
-A Arguedas le fastidia que yo haya
dicho –en la carta abierta a Fernández Retamar- que a veces hay que estar muy
lejos para abarcar de veras un paisaje, que una visión supranacional agudiza
con frecuencia la captación de la esencia de lo nacional. Lo siento mucho don
José María, pero entiendo que su compatriota Vargas Llosa nos ha mostrado una
realidad peruana inferior a la de usted cuando escribió sus dos novelas en Europa.
Como siempre, el error esta en llevar a lo general un problema cuyas soluciones
son únicamente particulares; lo que importe es que esos “Exiliados” no lo sean
para sus lectores, que sus libros guarden y exalten y perfeccionen el contacto más
profundo con su tierra y sus hombres. Cuando usted dice que los escritores “de
provincias”, como se autocalifica, entienden muy bien a Rimbaud, a Poe y a
Quevedo, pero no el Ulises ¿Qué demonios quiere decir? ¿Se imagina que vivir en
Londres o en Paris da las llaves de la sapiencia? ¡Vaya complejo de
inferioridad entonces! Conozco a un señor que jamás salió de su barrio de
Buenos Aires y que sabe más sobre André Breton, Man Ray y Marcel Duchamp que
cualquier crítico europeo o norteamericano. Y cuando digo saber no me refiero a
la fácil acumulación de fichas y libros, sino a ese entender profundo que usted
busca con relación a Ulises, esa participación fuera de todo tiempo y de todo
espacio que se entabla o no se entabla en materia literaria. A manera de
consuelo usted agrega: “Todos somos provincianos, provincianos de las naciones y
provincianos de lo supra nacional”. De acuerdo, pero menuda diferencia entre
ser un provinciano como Ledezma Lima, que precisamente sabe más de Ulises que
la misma Penélope, y los provincianos de obediencia folklórica para quienes las
músicas de este mundo empiezan y terminan en las cinco notas de una quena. ¿Por
qué confundir los gustos personales con los deberes nacionales y literarios? A
usted no le gusta exiliarse y está muy bien, pero yo tengo la seguridad de que
en cualquier parte del mundo usted seguiría escribiendo como José María
Arguedas; ¿Por qué entonces dudar y sospechar de los que andan por ahí porque
eso es lo que les gusta? Los “exilados” no somos ni mártires ni prófugos ni
traidores; y que está frase la terminen y la refrenden nuestros lectores, qué
demonios- .
Guillermo
Niño de Guzmán, señala en su columna de Perú21, que Cortázar fue arrogante y no
vislumbró que Arguedas afrontaba un proceso de transculturación y que
pertenecía a un viejo orden, donde imperaba la lucha por afirmar una identidad
regional. El autor de Rayuela, en cambio, vivía en París desde hacía más de
tres lustros y se había insertado de lleno en la modernidad. Además Denegri, recordó
alguna vez que leyó en la correspondencia de Cortázar, una de sus cartas a
Mercedes Arias donde manifestaba su temor a ser pueblero, a aplebeyarse por una
simple lógica. A reflexión de MAD: “Al pueblero
no le son todavía posibles una serie de cosas, porque es pueblero. En cambio a la persona culta ya le son posibles esas cosas porque la cultura es la posibilitadora de imposibilidades”.
Después
de aquella respuesta de Cortázar, lo último que escribió Arguedas al respecto
fue un 01 de junio de 1969 para el diario “El Comercio”. Aquella vez manifestó
su discrepancia eterna con Cortázar respecto a la excesiva rotundidad con que
afirma –según Arguedas- que más profunda y sustancialmente entienden e interpretan
a Latinoamérica los escritores que viven fuera de ella, especialmente en
Europa. También expresó respecto los escritores que Cortázar cita como
exiliados, que nunca manifestó duda ni sospecha en contra de ellos, muy por el
contrario sintió un verdadero regocijo por quienes crearon precisamente en
Europa obras que han conmovido e interesado casi en todo el mundo. Finalmente dirigiéndose
a Cortázar dice: “No es exiliado quien
busca y encuentra -hasta donde es posible hacerlo en nuestro tiempo- el sitio
mejor para trabajar. A pesar de su pasión y muerte Vallejo escribió lo mejor de
su obra en París y quién sabe no habría llegado a tanto si no hubiera ido a Europa.
Empiezo a sospechar, ahora sí, que el único de alguna manera “exiliado” es
usted, Cortázar, y por eso es tan engreído por la glorificación, tan
folkloreador de los que trabajamos in situ y nos gusta llamarnos, a disgusto
suyo, provincianos de nuestros pueblos de este mundo, donde, como usted dice,
ya se intentaron y funcionan muy eficientemente los jets, maravilloso aparato
al que dediqué un jaylli quechua, un himno bilingüe de más de cinco notas como
felizmente las tienen nuestras quenas modernas”. Pueden leer el Artículo
completo “aquí”.
Muchos
estudios se han hecho al respecto de esta polémica, uno de ellos es “La Territorialidad y forasterismo: la
polémica Arguedas/Cortázar revisitada”, escrito por la profesora Mabel
Moraña, de la Universidad de St. Louis de Washington, que de seguro trataré de
conseguir para beneplácito de ustedes.
Arguedas
se suicidó de un balazo el 28 de noviembre de 1969 -falleció cuatro días después-, acosado en sus últimos años
por una depresión interminable ya que había tenido un primer intento de
suicidio en 1966, por tanto es imposible pensar que la polémica antes descrita
haya influenciado en su decisión de quitarse vida; sin embargo a Cortázar siempre
le pesó la sola posibilidad que así fuera.
Qué genial la recopilación, gracias por semejante texto.
ResponderBorrarGracias por el comentario Alejandro. Un abrazo.
ResponderBorrar¡Gracias! Jamás hubiera imaginado una confrontación como esa. Excelente trabajo.
ResponderBorrarGracias por tu comentario. Bendiciones.
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