"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos
para encontrarnos" – Julio Cortázar (Rayuela)
Un
día como hoy, hace treinta y cinco años, dejó este mundo Julio Cortázar; un
hombre sencillo, amable y culto, un escritor como ninguno, digno representante
latinoamericano del arte en palabras. Es innegable mi admiración hacia él y su
trabajo, prueba de ello son las innumerables menciones sobre sus opiniones y anécdotas
que en este blog se han escrito. Por estas razones, doy rienda suelta a este
compendio de elogios bien merecidos.
Cortázar
nació en Bruselas, sin embargo, vivió durante toda su infancia y juventud en
Argentina. Desde muy pequeño contaba con una precoz vocación literaria. Su
madre alguna vez le contó que tenía que cogerlo del cuello para que salga de casa
a tomar el sol, pasaba tanto tiempo leyendo y escribiendo que incluso un médico
le recomendó a su madre que le prohíban los libros.
Escuché de Cortázar hace unos cuatro años aproximadamente y desde ahí nunca
dejo de leerlo. De primera mano y en forma automática, al terminar de ver una
entrevista de Mario Vargas Llosa en el programa A FONDO de los años cincuenta,
se reprodujo la entrevista a Cortázar, esta sería después de tanto, una de las
entrevistas más recordadas brindadas por el argentino.
Cortázar
empezó a publicar su bibliografía mucho después que empezará a escribir en
serio, ello por contar con un nivel de exigencia superior a cualquier escritor
de nuestros tiempos, era pues, un autocrítico riguroso, básicamente para no
arrepentirse después, sin llegar a confundir estas imposiciones personales con
vanidad y suficiencia. También se consideraba un indisciplinado al escribir, quizás
eso fue un acierto para Rayuela, su obra maestra, aquella que la concibió con verdadera
pasión literaria, tanto así que perdió la noción de tiempo, pues cuando la
terminó de escribir, no sabía si era de día o de noche debido a la máxima
concentración.
También
era un amante del jazz. No es casual que en La
vuelta al día en ochenta mundos, dejara en claro su identificación con el
referido estilo de música. “A mi tocayo
debo el título de este libro y a Lester Young (músico de jazz) la libertad de
alterarlo sin ofender la saga planetaria de Phileas Fogg”.
Mario
Vargas Llosa señala en Cartas a un Joven
Novelista, que Julio Cortázar en sus últimos años siempre decía escribir “Cada vez más mal”, pues le costaba
encontrar formas de expresión en sus cuentos muchas veces desafiando la lengua;
sin embargo, para Vargas Llosa, Cortázar siempre escribía muy bien, siendo muy
claro y fluido, es decir, llegando al lector sin ser denso.
Lo
único que se necesita es tiempo para leer las enseñanzas que Julio Cortázar
dejó en palabras escritas y verbales. Obstinadamente y sin mucho éxito he buscado
El Examen, aquella novela póstuma
negada a editarse por su estilo y su redacción en lenguaje lunfardo. La correspondencia cortazariana, un
compilado de sus cartas en tres tomos de 1835 páginas en total, cuya edición
estuvo a cargo de Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor. Este libro
sería un perfecto regalo de cumpleaños para mí.
Carles
Álvarez Garriga es un filólogo apasionado por Julio Cortázar, por esas razones
editó en dos ocasiones los regalos que el maestro dejo en vida. Garriga, señala
que las lecciones de literatura dictadas por un
escritor consagrado son casi un género aparte, por eso editó Clases de Literatura, el curso que dio
Julio Cortázar en Berkeley un octubre y noviembre de 1980, aquel donde el
escritor estableció un diálogo con sus alumnos y se habló no sólo de literatura,
sino también de política, de música, de cine, entre otras cosas. El libro que conseguí
y que también fue editado por Carles Álvarez Garriga y su albacea, fue Papeles Inesperados –no les miento, soy
feliz por contar con un ejemplar-, una colección de textos escritos por Julio
Cortázar a lo largo de toda su vida, encontrados en su casa de París.
Alguna
vez Marco Aurelio Denegrí, contó que cuando le preguntaron a Jorge Luis Borges
sobre Cortázar, respondió: “Es
indudablemente un gran escritor, pero no puedo admirarlo porque es comunista”,
Cortázar, en cambio, consideraba
a Borges como un maestro de su generación. Admiraba mucho a Julio Verne y se
consideraba un cuentista más que un novelista.
Hay
mucho que aprender de los escritores e intelectuales cuyos trabajos suelen
parecer poco terrenales. Cortázar es uno de ellos; para quien no lo haya leído,
entienda que vale la pena. Ya
terminando de escribir este post, me doy cuenta que Julio Cortázar
nunca murió, siempre está entre nosotros, entre los escritores, entre los
cuentistas, entre los jóvenes de todas las generaciones que no lo vieron en
vida, pero que sí leyeron sobre él; eso, lo convierte en un personaje memorable.
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