lunes, 21 de noviembre de 2016

UNA CRÓNICA DE MAYO

     

    3:47 a.m. He terminado el trabajo de Sociología. Tendido ya en cama, intento conciliar el sueño; no puedo, solo pienso en ella, en su presencia, en su mirada, en su aroma, en ella. Estoy preocupado, y es que he aguardado tanto tiempo para hacer lo que hoy creo correcto; más que la calificación que obtenga en mí trabajo de Sociología porque sé, lo haré bien (modestia aparte, sin preparación soy capaz de sacar 16); me preocupa ella, su reacción. Conquistar a una mujer; un teorema que no se aprende en los libros, no existe una guía y no figura en los mejores manuales de seducción, no viene en los perfumes, ni en los peinados a la moda, ni en las  mejores prendas, ni mucho menos lo aprendes de los poetas empedernidos en sus extensos versos presuntuosos; llegas a conquistar a una mujer con la experiencia; de los rechazos, a superarlos, de las caídas a levantarte, de los sueños a lograrlos y de los deseos a sentirlos. Mirando el techo de mi cuarto analizo que no tengo experiencia; lo que quiero decirle es influencia de uno de los libros hechos por Gustavo Adolfo Bécquer; lo tengo todo estudiado, cada palabra, cada gesto, cada movimiento. Sonrío, mi cuerpo no resiste, me quedo dormido, soñando con ella.

           7: 00 p.m. salgo de la oficina, el día laboral ha sido detestable, cada día que pasa odio más ese lugar, mi jefe se ha vuelto un dictador segado por sus razones y necesidades financieras; sin embargo, la paga es buena, requiere un poco de paciencia, pero eso no será un impedimento para renunciar a ese lugar, no trabajo concentrado, por ella; llego a casa, con la mentalidad en ella, más que en mi exposición de Sociología, me alisto rápidamente pensando que lo tengo todo estudiado, es difícil hacer las cosas en piloto automático, como en la película Click  de Adam Sandler, donde solo haces las cosas por inercia y con la mente en otro lugar, sin el mínimo espacio de concentración; ceno una tostada, estoy nervioso por lo que voy a hacer, resumo lo que tengo en mente: “Terminará mi exposición, me felicitará por lo bien que hice, le pediré unos minutos de su tiempo, iremos atrás del campus, quizás a fumar un cigarrillo y a decirle lo que siento por ella (la influencia de uno de los libros hechos por Gustavo Adolfo Bécquer) , por cómo se ha comportado conmigo en todos estos días las posibilidades de tener una respuesta afirmativa son de 70/30. Imagino dándole un beso, tocando su cuerpo e ingresando a su esbelto cuerpo, acariciando esa cabellera perfumada por un aroma a mate verde, perdiendo el control de mis sentidos, hipnotizado por las caricias de sus delicadas manos en mi espalda y dándole el abrazo más grande que haya recibido en años”. No necesitaría más que eso para volver a mirar mi techo y dormir con una sonrisa listo para soñar con ella.

    8:30 p.m. llego a la universidad, camino rápido pues en 15 minutos mi catedrático estará en mi salón llamándome al frente a exponer. Ya en mi aula, me encuentro con ella, siempre es la primera en llegar. Nos saludamos,
- ¡Te deseo éxitos! me dice, le agradezco titubeando ante su imponente presencia, estaba muy hermosa; me acerco a la computadora a poner mis diapositivas sin levantar la mirada,
- “Te siento nervioso” afirma.
-“Un poco”, le dije, asintiendo con la cabeza y pensando que pronto sabría las razones.
Mi Catedrático ha llegado y con él 10 alumnos más, después de acondicionarse y habiéndome llamado para proceder a desarrollar mi tema paso al frente, me detengo delante de ella,
- “Cuando esto termine, quiero hablar contigo”, le dije.
- “Ok”, fue su respuesta.

     8:37 p.m. Empiezo con mi presentación y mi protocolo de introducción; hablo unos 4 minutos y un ringtone suena en el aula, era el teléfono de ella, pide permiso para salir, el profesor le concede (nadie sería capaz de negarle algo a esa mujer), para deleite de muchos su salida del salón por la puerta trasera es un premio, de esa manera los varones podrían disfrutar del movimiento de sus caderas. Sigo exponiendo por un par de minutos, ella ingresa nuevamente al salón pidiendo la venia del docente, coge su cartera y su libreta de apuntes; sigo exponiendo, mientras ella recorre la distancia de su carpeta hasta el Catedrático, le susurra algo al oído, el docente asiente con la cabeza, y yo, sigo exponiendo “La Sociedad de la Información y sus características”. Ella se dirige hacia la puerta trasera, gesticula con los labios y me señala con las manos que le llame, yo sonrío. Tendré que estar parado 40 minutos más, sustentando “Los problemas de la globalización actual”.

        9:50 p.m. Respondo las preguntas del escaso auditorio, escucho las recomendaciones de mi catedrático, realizo una precisión de los puntos que no había desarrollado, consigo un 17 (modestia aparte), le llamo; ella no contesta, empiezo a impacientarme; con el salón casi vacío, y el teléfono en la mano, salgo del lugar y camino hacia la salida de la universidad. Vuelvo a marcar su número, no me contesta; me pongo audífonos, escucho crazy de Aerosmith. Decido salir a las afueras de la universidad a comprar algo de beber. En momentos como este, nervioso, impaciente e intrigado, (y no fueron muchos) la glucosa es mi mejor amiga. La tienda tiene una luz tenue, también venden licor, es lo más parecido a un bar, me dirijo a la heladera a sacar mi gaseosa; pensativo, observo hacia donde están los universitarios, muchachos, fumadores empedernidos, billaristas y riquillos dispuestos a gastar el dinero de su mensualidad en un jueves de Mayo cualquiera, bailando con las mejores chicas de la universidad; detenidamente encuentro algo interesante, es ella, está en una mesa con tres chavales bebiendo botellitas de budweiser; estoy pasmado, mi cuerpo se estremece, trato de esconderme entre los piqueos, pago mi bebida y saco mi teléfono, en solo instantes decido llamarla, tengo que salir de dudas, debo confirmar si por la bulla del recinto no me ha contestado o está ignorando mis llamadas. Le marco al móvil, me arrepiento de hacerlo. Los tonos de espera taladran mis oídos, a la distancia observo su reacción, ella mira su teléfono y lo mete en el bolso, levanta la cabeza y sorpresivamente cruzamos miradas, ya no puedo esconderme, estoy en evidencia; en mis audífonos suena Percy Sledge con When a man loves a woman.

            10:15 p.m. Salgo del lugar, me dirijo a la universidad, aún hay alumnos conversando en el campus. Me siento triste, tengo ganas de llorar, me siento en una banca, cogitabundo. No se que hacer, después de 15 minutos mi teléfono empieza a sonar, no quiero contestar, de seguro es ella, excusándose en pretextos baratos, de seguro está ebria, de seguro quiere que le lleve a casa, de seguro quiere escuchar lo importante que quería contarle; sea lo que sea, todo interés es absorbido por mi orgullo, no quiero sacar el teléfono.

            11:20 p.m. Ya no hay nadie en la universidad, el campus está vacío, los conserjes revisan los salones, un vigilante grita mi apellido y me señala la puerta de salida con las manos; ya no tiene razón seguir sentado ahí, camino hacia mi moto, no dejo de pensar en ella, en el fondo estoy preocupado, ¿dónde estará? Saliendo del estacionamiento en mis audífonos suena Oasis - Stop crying your heart out; reviso mi teléfono, tengo ocho llamadas perdidas, son de mi jefe. También un mensaje de texto en el buzón, dice que por mi falta de concentración en la oficina, estoy despedido. 

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2 comentarios:

  1. Los ojos del amor nunca pueden ver..!!
    Tienes la capacidad de siempre dejarme con las ganas de seguir leyendote!!
    Eres un Exito, como escritor, como persona, como amigo...
    "Stop Crying Your Heart Out"

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  2. en ese momento cuando empiezas a sumergirte en la historia y aparece sin opción a nada mas, un punto final.

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