Una
universitaria del último semestre de ciencias de la comunicación me acaba de
confesar que jamás leyó nada de César Vallejo.
-En
el colegio no me lo pidieron –dijo-.
-Y en
la universidad, ¿tampoco? –pregunté-.
-Para
nada –contestó-.
- ¿Y
tus compañeros, están en lo mismo?
-Supongo.
Nunca hemos hablado del tema.
Es
como si los egresados de la secundaria en Cardiff, País de Gales, no supieran
quién es Dylan Thomas (aunque sea cierto que Richard Burton siempre será más
famoso que Thomas). O como si en la Universidad de Buenos Aires se ignorara a
Leopoldo Lugones. O en la de Concepción a Pablo Neruda. O en la de Managua a
Rubén Darío.
Que
nuestra educación es un remedo y muchos catedráticos y maestros unos impostores
y algunos decanos unos jubilados de la cabeza, eso como que ya me lo sabía
¿Pero que una niña salga virgen de Vallejo después de toda la secundaria y de
cinco años de universidad?
Y si
es virgen de Vallejo, imagino que Martín Adán no la habrá tocado ni con el
pétalo de una rosa de la espinela. Y puedo apostar también que está invicta de
Moro, ilesa de Westphalen, sana y sagrada respecto de Washington Delgado.
Y
esta señorita es periodista inminente. Y ha estudiado en una universidad
privada y cara.
Se
diría que, en el Perú, por lo general, la incultura se cultiva y lo culto se
entierra.
(…)
Vallejo
en la Calle (La Primera, 07 de enero de 2009).
Una
Piedra en el Zapato.
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