domingo, 6 de marzo de 2022

¿TRAICIÓN A FRANZ KAFKA?

La primera vez que leí a Kafka fue durante mi primer año en la Facultad de Derecho. Fue El proceso, una novela que desarrolla los problemas de un funcionario bancario al enfrentarse a esa quimera llamada justicia. Respecto a esta novela se han realizado estudios en su interpretación, fue llevada al cine, al teatro y es considerada un clásico de la literatura del siglo XX; sin embargo, el hecho que hoy podamos conocerla, se lo debemos a un acto de deslealtad contra su autor.

Naturalmente, la novela antes descrita y muchas otras, se forjaron en la experiencia de Kafka, basada en sus estudios de leyes en la Universidad de Praga donde conoció a Max Brod, su amigo hasta el final de sus días.

Al concluir sus estudios, Kafka realizó sus prácticas en los juzgados, descubriendo dentro del mundo jurídico su pasión por escribir. Por su parte, Brod se dedicó al ser un servidor público, llegando a ocupar cargos políticos posteriormente y haciendo una carrera de escritor algo discreta.

Pese a que ambos tomaron caminos distintos, la comunicación nunca quedo al margen. Constantemente, Kafka y Brod se visitaban e intercambiaban cartas que pueden dar fe, de los lazos de aprecio y hermandad que ambos mantenían.

Pese a tener una genialidad admirable, Kafka no fue un escritor reconocido durante su vida. Cuenta su editor Kurt Wolff en su libro Autores, libros, aventuras que, en octubre de 1923, Kafka recibió la liquidación anual de sus libros publicados. Los resultados eran insignificantes, pues había vendido solo veintisiete libros en un año, número que no fue de su agrado, y es que, la frustración lo invadía, cuestionándose todo y volviéndose un crítico obstinado de su propia obra. Un año después, Kafka murió con tuberculosis.

Antes de Fallecer, Kafka, remitió unas cartas a su amigo Max Brod. En ellas manifestaba su voluntad respecto al destino de sus trabajos literarios:

LOS TESTAMENTOS DE KAFKA

[I]

Queridísimo Max, mi último ruego: quema sin leerlos absolutamente todos los manuscritos, cartas propias y ajenas, dibujos, etcétera, que se encuentren en mi legado (es decir, en cajas de libros, roperos, escritorios de casa y de la oficina, o cualquier otro sitio donde pueda encontrarse algo y te llame la atención), así como todos los escritos o dibujos que tú u otros, a los que debes pedírselo en mi nombre, tengáis en vuestro poder. Deben al menos comprometerse a quemar en persona las cartas que no quieran entregarte.

Tuyo

Franz Kafka

[II]

Querido Max, quizá esta vez no vuelva a levantarme, es muy probable una pulmonía después de un mes de fiebre pulmonar, y ni siquiera el hecho de que lo escriba la ahuyentará, aunque tiene algún poder.

Para ese caso, mi último deseo en relación con todo lo que he escrito:

De todo lo que he escrito son válidos únicamente los libros: La condena, El fogonero, La transformación, En la colonia penitenciaria, El médico rural y el relato Un artista del hambre. (Los pocos ejemplares de Contemplación pueden quedar, no quiero imponerle a nadie el trabajo de destruirlos, pero no ha de reimprimirse nada de ello). Cuando digo que aquellos cinco libros son válidos, no quiero decir que tenga el deseo de que sean reimpresos, ni que hayan de quedar para la posteridad, por el contrario, deberían perderse completamente, éste es mi verdadero deseo. Sólo que, ya que existen, a nadie le impido que los conserve si ése es su deseo.

En cambio todo lo demás que yo he escrito (publicado en revistas, manuscritos o cartas), sin excepción, en la medida en que sea accesible o que se pueda conseguir pidiéndoselo a los destinatarios (tú conoces a la mayoría de los destinatarios, en lo sustancial se trata de la señora Felice M., la señora Julie Wohryzek y la señora  Milena Pollak; sobre todo, no olvides un par de cuadernos que tiene la señora Pollak)—todo eso sin excepción y de preferencia sin ser leído (no te prohíbo a ti que lo veas, aunque preferiría que no lo hicieras, pero no deben verlos ninguna otra persona)—, todo esto ha de ser quemado sin excepción alguna y te ruego que lo hagas lo más pronto posible.

Franz

Correspondencia tomada del libro ¿Éste es Kafka? de Reiner Stach traducido por Luis Fernando Moreno Claros, (Acantilado, pg. 299 – 301).

Ante tamaña evidencia, eran obvias dos cosas. Primero, que Max Brod fue el albacea elegido por Kafka, en cuanto a su trabajo literario. Segundo, que Brod tenía instrucciones específicas respecto a los manuscritos de Kafka y la obligación de cumplirlas; sin embargo, no solo no quemó sus obras, por si no fuera poca tal transgresión, fue publicando progresivamente aquellos textos prohibidos por su autor, incluida aquella novela de la que les hablé en un principio.

¿Traición a Kafka? En mi opinión, Brod se dedicó a promover el talento subvalorado de su amigo en vida, alguien que cayó en el bucle de la depresión y autoexigencia obsesiva, antes de morir.  Si hoy conocemos a Franz Kafka, como lo conocemos, es porque detrás de él, estuvo un tal Max Brod, con quien no debemos ser mezquinos al atribuirle el calificativo de “traidor”. Brod tomó las regalías de las obras de Kafka, a cambio de inmortalizar su nombre. Parece justo.

Hoy, supongo que Kafka y Brod ya habrán discutido el tema que los involucra. Quizá Brod, ya le haya rendido cuentas a Kafka en el mundo de las almas; pero quizás sea este mundo, el que agradezca a Brod por esa osadía, que nos permitió conocer a un referente de la literatura universal.

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