jueves, 16 de diciembre de 2021

J. M. COETZEE

 Los intelectuales racionales y laicos no se ofenden con mucha facilidad.

Las convicciones que no están respaldadas por la razón (razonan) no son poderosas, sino débiles; que alguien que mantiene una posición se ofenda cuando se ve cuestionado es signo de la debilidad y no de la fortaleza de dicha posición. Todos los puntos de vista merecen ser escuchados; el debate, según las reglas de la razón, decidirá cuál de ellos merece vencer.

Por un lado, la clase intelectual que describo considera perracional o irracional la indignación, y sospecha que no es más que un disfraz con el cual se engaña a sí mismo quien tiene una posición de debate débil.

Es muy posible que el intelectual tome partido por los indignados, por lo menos desde el punto de vista ético.

Esta tolerancia es consecuencia de la seguridad que los intelectuales sienten respecto al laicismo racional dentro de cuyos horizontes viven, de su confianza en que puede proporcionar explicación a la mayoría de las cosas.

Hay intelectuales de la clase que describo que, apuntando al “Conócete a ti mismo”, apolíneo, critican y estimulan la crítica de los fundamentos de su propio sistema de creencias. Tal es su confianza en sí mismos que incluso pueden acoger favorablemente los ataques que reciben, sonriendo cuando se los caricaturiza o insulta y respondiendo con el reconocimiento más entusiasta a los golpes más perspicaces e inteligentes. En muchos sentidos se parecen al gran maestro de ajedrez que, seguro de sus facultades, espera encontrar adversarios dignos de él.

Extracto de “Contra la censura”, Debate, pg. 17-19.

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2 comentarios:

  1. Es importante que los que aspiran a ser intelectuales entiendan eso, porque la indignación no es un argumento. Tampoco podemos encasillarnos arraigadamente en una idea, siempre se podrá saber algo más; porque ese es el objetivo: "Seguir aprendiendo". Sócrates nunca se consideró sabio, porque comprendía que no lo sabía todo.

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