Un
escritor es, ante todo, un sentimental recuperado: un niño que ha sufrido pero
que ha tomado distancia -del- sufrimiento, que ha sido feliz pero que ha tomado
distancia con su felicidad. En la infancia o juventud de todo escritor hay un
trauma que supone un paraíso perdido: una muerte, un viaje, una pérdida, un
desajuste con la realidad.
Escribir
supone siempre intentar compensar esa carencia con la creación de otro
universo. La adicción a la ficción es consecuencia de lo insoportable de una
vida de pérdidas y derrotas.
Escribir
es el arte de los derrotados. Las personas que son activas en el mundo no
escriben. Solo los que se han replegado de las amenazas de la realidad se
refugian en la ficción.
La
Piel de un Escritor, Fondo de Cultura Económica, p. 29.
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