Hace
2 años aproximadamente me atreví a escribir una carta a la revista Somos. Con
mucha suerte, la referida llegó a publicarse el 19 de diciembre del 2015, en su
edición Nº 1515. En ella manifestaba mi conformidad y esperanza respecto al
triunfo de la oposición en las Elecciones Parlamentarias de Venezuela. Motivos
habían suficientes, era la primera vez que la Oposición obtenía la mayoría en
la Asamblea Nacional después de 16 años de gobierno del dictador Hugo Chávez. Me
sentí muy orgulloso de esa carta, pues más allá de haber sido publicada,
desafié hidalgamente al destino, con la seguridad de ver a una Venezuela en crecimiento,
integrándose de manera activa a la comunidad latinoamericana.
Hoy la situación es
diferente. Los países miembros de la Organización de Estados Americanos, entre
ellos el Perú plantean la suspensión de Venezuela ante el organismo
internacional. Hoy en día no me siento orgulloso de esa carta pues todo optimismo
después de casi tres años, parece haber sucumbido.
Nicolás
Maduro ganó las elecciones presidenciales el pasado 20 de mayo del 2018, esto
le permite quedarse en el poder hasta el año 2025. El 54% de la población
venezolana no ejerció su voto, es el porcentaje más alto registrado en los
procesos electorales de los últimos 30 años. Probablemente esta poca
participación se deba a la migración de muchos venezolanos, así como gran parte
de los opositores quienes invocaron no acudir a las urnas por no creer en el
Consejo Nacional Electoral (controlado por Maduro). Del total de participantes,
el 68% votó por Nicolás Maduro; es decir, el dictador fue elegido con el 29% de
la población de Venezuela.
Es
evidente que Maduro manipula el sistema electoral, pero esto no es el todo. TELESUR señala la existencia de un grupo
duro chavista, personas que se mantienen firmes creyendo, que la corriente
bolivariana suicida impuesta por Hugo Chávez es la correcta, que el sufrimiento
debe ser algo común y que las complicadas condiciones de vida sean naturales. En
ese grupo humano, nunca un candidato ha llegado a calar.
En medio de esta crisis están escritas muchas historias
impactantes. Los venezolanos se acuestan con hambre, titula EL
PAIS de España. Los hospitales no tienen agua y la mayoría de laboratorios de
nutrición de los hospitales están inoperativos, informa CNN.
Finalmente El
Comercio, nos cuenta el suicidio de Carlos Fernández Prada, víctima de depresión
intensa por la pérdida de su esposa y la precaria situación en la que vivía.
Lo
triste de todo es que la crisis no tiene cuando acabar. El legado chavista está
enquistado desde las raíces del poder. Poder otorgado a un dictador hasta el
2025.
¿Qué
tendrá que pasar para que volvamos a tener a Venezuela de manera activa a la
comunidad latinoamericana? La Asamblea Nacional de Venezuela ha calificado de
fraude la reelección de Maduro y propone convocar unas elecciones verdaderas
y constitucionales para el último trimestre del año. En un movimiento
desesperado también hicieron un llamado a las fuerzas militares para sacar al
gobernante elegido. Invocaron a la comunidad internacional en contribuir a
resolver la crisis humanitaria y restablecer la democracia en su país. En todos
estos intentos se abrazan las esperanzas de un pueblo que está muy disperso en
toda Latinoamérica por la crisis. Particularmente me limito a enunciar
esperanzas, pues si lo hago, este comentario será interpretado como la secuela
de la carta que les hablé al principio.
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