domingo, 22 de diciembre de 2019

MARCO AURELIO DENEGRI



Cuenta La Fontaine que un león de alta estirpe, al pasar por cierto prado, vio a una linda pastora, de la que se enamoró al instante. Esto ocurrió una mañana, y en la misma tarde de ese día, el león estaba platicando con los padres de la pastora y la pedía en matrimonio.

El padre hubiese preferido un yerno menos formidable y temible. Era duro y hasta doloroso concederle su hija a semejante bestia melenuda; pero no concedérsela era poco seguro y hasta peligroso. Además, una negativa hubiese originado tal vez un casamiento clandestino; y ello porque la muchacha se inclinaba por los arrogantes y se enamoraba fácilmente de los que lucían hermosa cabellera.

El padre no se atrevió, pues, a denegar la petición del fiero pretendiente, pero muy sagazmente y con muchas precauciones le dijo: “Mi hija es tímida y delicada. Si vais a acariciarla con esas garras, entonces sin duda la lastimaréis. Dejad, pues, que os corten las uñas, y al mismo tiempo permitid que os limen, y muy bien, los filudos dientes que tenéis. Así vuestros besos serán dulces y suaves y no causarán daño a mi hija”. El león consintió que le hicieran todo, tan enamorado estaba de la bella pastora.

Lo dejaron, pues, sin uñas y sin dientes, y parecía una fortaleza desmantelada. Entonces le soltaron una jauría de perros y el león inválido apenas pudo defenderse. Los canes acabaron con él muy rápidamente y del Rey de la Selva sólo quedó el recuerdo.

¡Ay, amor! Cuando caemos en tus manos, cuando te adueñas de nosotros, bien podemos decir entonces: ¡Adiós, prudencia, adiós, cautela, adiós, sensatez!

Un León Enamorado.
(18 de febrero del 2018).


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