“Soy
Renato Rodríguez Soto, tengo 48 años, nací en Tingo María, marido de Clara Tolentino
Aguilar, embarazada de siete meses, padre de José de seis años, Elena de tres. Vivimos
en Huipoca, a 10 minutos de Aguaytia. Trabajo en la empresa de Transportes
Turismo Ucayali S.A. haciendo ruta de Pucallpa a Tingo María. Mi esposa no
trabaja desde hace un par de meses, por hacer un esfuerzo cargando una bandeja de ropas casi
pierde al bebe. Por esas razones, me he convertido en el único sustento de mi
familia. Pese a mis problemas renales, trabajo todo el día para cumplir con mis
obligaciones. Clara necesita vitaminas, José unos cuadernos y Elena aun no
entra al nido. El carro que manejo es alquilado y los repuestos y llantas tienen
una deuda pendiente.
El
día de ayer mientras hacia mi turno para poder salir hacia Tingo María, unos tres
sujetos de tés morena se me acercaron y me pidieron que les haga una carrera a
Puerto Inca, una ruta distinta a la que hacia normalmente. Yo les dije el
precio y accedieron de inmediato ¡Gracias Dios! exclamé. A la altura del
kilómetro, 70 el hombre que iba a mis espaldas en el auto, me puso una bolsa
negra sobre la cabeza y un cable de cobre sobre el cuello. Mientras trataba de
zafarme de aquella tortura sus compañeros me revisaron los bolsillos,
quitándome todo mi dinero. Ante mi resistencia me golpearon fuerte en la cien quedando
sumamente inconsciente.
Privado por un par horas, cuando desperté, seguía en el
carro pero no tenía mis documentos, tampoco dinero, la llanta de repuesto y la
radio habían sido robadas, estaba sangrando, me dolía la cabeza. Llegue al
pueblo más cercano, estaba molesto y desgraciado. Si me iba a casa encontraría
necesidades, si me iba a la comisaria no me darían solución, si me ponía a
trabajar encontraría problemas y si me lanzaba a un abismo sería un cobarde.
Opté por lo primero.
Mientras
regreso a casa me pongo a pensar que diferente seria mi vida si hubiese
escuchado a mi padre, el flamante alcalde de Tingo María, el Aprista Casado
Pérez. Mi padre quería que trabaje en sus propiedades, administre los fundos y cuide
de mi madre. Por mi terquedad y soberbia no le hice caso. ¡Le juro que por esas
circunstancias y al no estar consiente mientras conducía atropellé al
pequeño! Eso
es todo lo que tengo que decir, señor fiscal”.
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