jueves, 5 de julio de 2018

UNA DECLARACIÓN





“Soy Renato Rodríguez Soto, tengo 48 años, nací en Tingo María, marido de Clara Tolentino Aguilar, embarazada de siete meses, padre de José de seis años, Elena de tres. Vivimos en Huipoca, a 10 minutos de Aguaytia. Trabajo en la empresa de Transportes Turismo Ucayali S.A. haciendo ruta de Pucallpa a Tingo María. Mi esposa no trabaja desde hace un par de meses, por hacer un  esfuerzo cargando una bandeja de ropas casi pierde al bebe. Por esas razones, me he convertido en el único sustento de mi familia. Pese a mis problemas renales, trabajo todo el día para cumplir con mis obligaciones. Clara necesita vitaminas, José unos cuadernos y Elena aun no entra al nido. El carro que manejo es alquilado y los repuestos y llantas tienen una deuda pendiente.

El día de ayer mientras hacia mi turno para poder salir hacia Tingo María, unos tres sujetos de tés morena se me acercaron y me pidieron que les haga una carrera a Puerto Inca, una ruta distinta a la que hacia normalmente. Yo les dije el precio y accedieron de inmediato ¡Gracias Dios! exclamé. A la altura del kilómetro, 70 el hombre que iba a mis espaldas en el auto, me puso una bolsa negra sobre la cabeza y un cable de cobre sobre el cuello. Mientras trataba de zafarme de aquella tortura sus compañeros me revisaron los bolsillos, quitándome todo mi dinero. Ante mi resistencia me golpearon fuerte en la cien quedando sumamente inconsciente. 

Privado por un par horas, cuando desperté, seguía en el carro pero no tenía mis documentos, tampoco dinero, la llanta de repuesto y la radio habían sido robadas, estaba sangrando, me dolía la cabeza. Llegue al pueblo más cercano, estaba molesto y desgraciado. Si me iba a casa encontraría necesidades, si me iba a la comisaria no me darían solución, si me ponía a trabajar encontraría problemas y si me lanzaba a un abismo sería un cobarde. Opté por lo primero.

Mientras regreso a casa me pongo a pensar que diferente seria mi vida si hubiese escuchado a mi padre, el flamante alcalde de Tingo María, el Aprista Casado Pérez. Mi padre quería que trabaje en sus propiedades, administre los fundos y cuide de mi madre. Por mi terquedad y soberbia no le hice caso. ¡Le juro que por esas circunstancias y al no estar consiente mientras conducía atropellé al pequeño! Eso es todo lo que tengo que decir, señor fiscal”.

Compartir En:    Facebook Twitter

0 comentarios:

Publicar un comentario